martes, 13 de noviembre de 2018

¿Por qué surgió El Vedado?


Serie Explorando El Vedado

El Vedado, actual epicentro de la urbe habanera donde se encuentran las sedes de la dirección política, cultural y social del país, tuvo sus orígenes en el siglo XIX, y su nombre responde a la condición que estas tierras poseían como inhabilitadas para la construcción.


Frente a la posibilidad de invasiones de corsarios y piratas, el litoral habanero, que iba desde el Torreón de San Lázaro hasta la Chorrera, era poseedor de una peligrosa posición, pues daba acceso a los poblados de la ciudad. Por ello, el cabildo de La Habana dictó una orden en la que dicho territorio quedaría como vedado, ya que, de construirse caminos o cualquier tipo de infraestructura, se les facilitaría la entrada a los filibusteros. Conservar esta posición estratégica implicaba proteger a la ciudad intramuros contra ataques e intrusiones.


El continuo crecimiento de la población, producto del florecimiento de la economía y los servicios, obligaba al entonces gobernador de la ciudad a concebir nuevos espacios que permitiesen la expansión de la entonces ciudad de La Habana. Las primeras viviendas que se construyeron en lo que hoy conocemos como El Vedado, a pesar de las antiguas restricciones, fueron erigidas en el año 1858, en el territorio apodado como El Carmelo.

Sin embargo, la concepción de El Vedado como nueva urbe y alternativa ante la sobrepoblación que estaba enfrentando la parte antigua de la ciudad –hoy conocida como Habana Vieja- se le debe a Francisco Frías y Jacott, más conocido como el Conde de Pozos Dulces.

Su producción científica y literaria estuvo estrechamente conectada con la agricultura y la geología. Resultó un estudioso de la química y la física, al igual que de los asuntos económicos relacionados con la infraestructura y la población.

Habiendo previsto la necesidad de ensanchar los territorios prestos para la construcción de viviendas, consiguió un permiso para edificar. Nombró a sus posesiones –que ocupaban el actual terreno del Hotel Nacional- como El Vedado, abriendo paso a la denominación por la que se conocería a este nuevo paraje.


En la actualidad, una estatua erigida a su persona puede ser encontrada en el parque de Línea y K. Allí se recuerda al primer hombre que, además de haber sido el primero en apodar a El Vedado, lo concibió como una zona idónea para la edificación, lo que le permitió trazar planos y proyectos de expansión.

De esta forma, El Vedado se erigió como un moderno barrio, donde mansiones de diferentes estilos, entre los que destacan el ecléctico y el Art Déco, se convertirían en residencia de ilustres personajes de la sociedad habanera de antaño.

Sin embargo, el posterior desarrollo del barrio de Miramar, en los años 30’ del siglo XX, provocó que las clases de la élite se trasladaran a este suntuoso territorio, dejando atrás un amplio espacio que se dedicó, por consecuencia, a la urbanización, convirtiéndose en un sector de clase media-alta. Por esta razón, fueron cimentados los primeros edificios como el Someillán, el Focsa y el Habana Libre, así como diversos casinos, clubes, cines y otros espacios dedicados al ocio.

De El Vedado de la época del Conde de Pozos Dulces, aquel que concibió la construcción de un ostentoso barrio que se convertiría en símbolo de riqueza y suntuosidad, solo quedan las señoriales mansiones. Estas constituyen expresión de una época en la que este territorio, que hoy es símbolo de contrastes y diversidad, acogió en sus brazos a algunos de los más ilustres y acaudalados personajes que quedaron plasmados en la historia de Cuba.

Por: Talía Jiménez Romero


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